Hoy en día la salud y la longevidad es una de las grandes preocupaciones de la humanidad. La esperanza de vida es cada vez más alta pero la calidad con la que se vive ésta es cada vez peor. Las personas vivimos más años pero con más dolencia. Tener buena salud es lo que más deseamos, para nosotros mismos y para las personas que queremos. Aún así, parece que a menudo olvidamos que la salud está muy influenciada por nuestro estilo de vida. Nunca antes habíamos podido elegir como ahora los alimentos que comemos, la cantidad y cuándo comemos. La publicidad nos bombardea con alimentos y platos preparados, procesados y muy sabrosos gracias a la gran cantidad de conservantes y potenciadores del sabor que contienen. Todo esto, y más, tiene repercusiones en la salud y la calidad de vida. Podemos darnos cuenta de la influencia que tienen las costumbres de nuestros padres en nuestro estilo de vida y forma de alimentarnos. Como padres, tenemos la oportunidad de dar a nuestros hijos una educación para que en el futuro tomen unas decisiones en su estilo de vida que favorezcan su salud y bienestar. La alimentación no lo es todo, pero si una buena base para ello.
La sociedad
El funcionamiento de nuestra sociedad parece que no deja tiempo para cultivar una buena educación nutricional. Cada vez es más habitual recurrir a los bollos, las galletas, los yogures, la comida preparada y congelada, la televisión y los vídeojuegos para satisfacer a nuestros hijos después de un duro día de trabajo o para no escuchar sus quejas. Pero también es cada vez más habitual observar que muchos niños padecen patologías de personas mayores o poco frecuentes: obesidad, hipertensión, colesterol, problemas cardiovasculares, problemas de hiperactividad y concentración, alteraciones psicológicas, cáncer, enfermedades respiratorias, etc. Y es necesario comprender que la educación que reciben los niños y jóvenes en materia nutricional es vital no sólo para prevenir graves problemas en el presente sino en el futuro.
Hábitos alimentarios en niños y jóvenes
Se puede decir que los hábitos alimentarios en los niños y jóvenes se caracterizan hoy por un excesivo consumo de carnes procesada, azúcares y harinas refinados, productos lácteos y grasas saturadas e hidrogenadas, en detrimento de frutas, verduras y hortalizas, cereales completos, legumbres y grasas insaturadas. El tipo de alimentos que consumen hoy en día los niños son calorías “vacías”, es decir, aportan energía pero no aportan nutrientes necesarios para su correcto crecimiento y desarrollo. Lo peor de ello es que producen un estado de excitación física y psíquica cuando se consumen, y que poco después llevan a cansancio físico y pérdida de concentración, lo cual incita a consumir más alimentos ricos en calorías “vacías”. Por ejemplo, el desayuno debe comprender entre un 20 o 25% del total de las calorías diarias que ingiere el niño, pero hoy en día hay muchos niños que salen de casa habiendo desayunado, únicamente, un vaso de leche con azúcar y cacao, acompañado de algunas galletas. No es de extrañar que el niño rinda en la primera clase, pero que en la segunda esté disperso, distraído y con poca concentración hasta la hora del recreo. Dar una alimentación saludable a los hijos les ayudará a que tengan mejor rendimiento escolar, crezcan más sanos y adquieran más fácilmente unas pautas saludables que les acompañen durante toda la vida. La falta de educación para la salud, tanto en las familias como en las escuelas y en las consultas del pediatra, tiene gran parte de la responsabilidad en este aspecto. Ayudar a crecer sano a un niño no es fácil. Para ser responsables con el desarrollo de los hijos necesitamos tener algunos conocimientos de alimentación y hábitos saludables. Y todo ello empieza en el mágico proceso de la gestación del futuro hijo, o sea, en el embarazo, en el que a partir de una célula se forman todos los tejidos del organismo. Para que este desarrollo se dé satisfactoriamente debemos prestar especial atención al estado nutricional de la madre. Aunque la gestación es una situación fisiológica natural, conviene tener en cuenta que las necesidades nutricionales cambian y que se debe atender a las demandas para el desarrollo y crecimiento del feto. Unos hábitos alimentarios saludables durante esta etapa también repercutirán en la información celular del recién nacido. Por ejemplo, si la madre consume azúcares en exceso durante el embarazo provocará que el niño necesite también grandes cantidades de éste después de nacer, a parte de que puede afectar negativamente en su desarrollo. Otra pregunta que a veces nos hacen es “¿puede ser mi hijo vegetariano?”, y la respuesta es que muchos estudios de elevada calidad han demostrado que los niños que han seguido una alimentación vegetariana bien planificada, crecen y se desarrollan con normalidad. Ingieren de forma global menos colesterol y más fruta, verduras y fibra que los niños que no siguen alimentación vegetariana, lo que constituye una ventaja nutricional del vegetarianismo (el efecto positivo de la ingesta de fruta, verduras y fibra ha sido demostrado de forma fehaciente en muchos estudios). La mayoría de pediatras americanos (según la Academia Americana de Pediatría) opina que una dieta vegetariana bien diseñada puede satisfacer los aportes nutricionales necesarios para un correcto desarrollo infantil. Resumiendo, es importante saber cómo se alimentan nuestros hijos, desde el embarazo, cuáles son sus necesidades nutricionales y gracias a que alimentos podemos satisfacerlas. Es importante también saber como les podemos regalar salud a través de la alimentación, la educación y, sobre todo, … el AMOR. “¡Regálale salud a tu hijo!” Te recomendamos los siguientes seminarios «Cómo criar un hijo sano«, «La Nutrición Ortomolecular en edad escolar» y «Sales de Schüssler para niños«.